sábado, 13 de junio de 2009

Somos diferentes


No todos somos iguales, sino diferentes. Tal vez por esa razón yo me sienta algo desorientado. El mero hecho de querer reunirme con los de mi especie me da escalofríos.Porque, ¿qué harías tú si un día despertaras y estuvieras solo?. La opción que muchos elegiríais, muy trágica por cierto, seria el suicidio. Pero que pasaría si no pudieras morir o no sabes morir?.Os contare algo que os dará la respuesta a estas cuestiones. Imaginaos una noche preciosa, con luna llena y las nubes danzando a su alrededor. Día de festejos, la gente se divierte, sonríen, beben. De repente alguien se aleja del redil. Por supuesto “la curiosidad mato al gato”, pero, ¿no somos felinos verdad?. Poco a poco ese ser te atrae, le quieres escuchar, saber como es por sus movimiento e incluso tocarlo. Ah, pero ella tampoco es un gato y se a fijado en ti, y te invita a seguirle. Llegáis a una casa encantadora, ella se queda mirándote y te invita a entrar. Tú aceptas con una condición , un beso. En ese momento ella siente que tú piel es más fria de lo normal y que incluso a la luz de la luna pareces más palido, pero no le importa. No puedes reprimirte y pruebas su sangre, en tú interior sabes que la deseas, pero hay que contener a la bestia. Entráis en la casa, con cuidado cierras la puerta con un gesto sensual (que se siente cómoda…Le pides por favor que apague las luces, (ella acepta encantada). La casa sólo iluminada por la luz de la preciosa luna. Sólo puede ver ,a su pesar, la pésima decoración de su “guarida” dándose cuenta que con ello no te impresionara; sino que ella es la impresionada al ver con sus propios ojos que lo que a invitado a entrar a su casa, es una especie de canido de la altura de una persona que la mira fijamente. Por supuesto no tiene razon, ya que has quedado impresionado por el sabor de su sangre y quieres más. Liberando así a la bestia que llevas dentro, destrozándole de placer. Así que decidme pequeños, ¿qué soy? No soy ní un vampiro, ni un licántropo.Soy algo DIFERENTE.

sábado, 18 de abril de 2009

Media noche


Las doce solemnes campanadas del viejo reloj acaban de anunciar la media noche. Entre aquellos ventanales se filtraba una tenue luz, la cual se hacía mucho más intensa cuando los relámpagos renacían sin cesar entre la oscuridad de la noche. Uno de esos ventanales se componía de paneles que enmarcaban a su vez extrañas figuras pintadas en vivos colores, y que proporcionaban al aposento singulares imágenes cuando los impactos de luz hacían mella entre ellas. Situada a un extremo de la habitación, estaba la cama, tallada en madera de roble. De la parte superior colgaban sedas y damascos. Penachos de plumas, no faltos de polvo, podían apreciarse en cada rincón del aposento, emanando de él una melodía sorda, de marcha fúnebre…

Un silbido inquietante, arrancado del silencio, procedía de alguna grieta que por defecto dejaba entrar un hilo de aire. Este no cesaba, y cuanto más fuerte silbaba, el viento descargaba más violentamente su furia sobre el vidrio pulido.

En aquella vieja cama, yace un hermoso joven medio dormido, a la espera de conciliar el sueño. Un brazo le cuelga de un lado de la cama y el otro está posado encima de su cabeza. Mueve los labios ligeramente, adormecido, como quien recita sus plegarias a ‘Aquel’ que vino al mundo a sufrir por nosotros. Aun permanece en estado de vigilia, inquieto a la vez… Un sentimiento de angustia invade su ser, siente miedo, pánico, terror… Es una mezcla de sensaciones indecibles, él solo desea evadirse de sus sentidos para no formar parte del rol que asume la penumbra, un papel aterrador.